
Cuenta una leyenda que hace mucho, mucho tiempo, en un pequeño pueblo de México, todos los habitantes se reunían en la iglesia cada año durante el nacimiento de Jesús para dejarle algún regalo.
Pero había un pequeño niño llamado David que le encantaba aquella tradición. Todos los años veía llegar a muchas personas desde muy lejos con regalos hermosos: cestas de fruta, ropa, algún juguete, etc… Pero según pasaban los años, al pequeño David se ponía más y más triste. Él sólo veía como todos iban y depositaban sus regalos pero el no tenia nada que regalar, él era muy pobre y eso lo hacía sentir mal.
David quiso esconderse para evitar que los demás se dieran cuenta que no tenía nada que dar, fue y se escondió en un rincón de la iglesia y comenzó a llorar, pero pronto de sus lágrimas que habían caído al suelo, comenzó a brotar una hermosa flor con pétalos rojos.
fue entonces que el pequeño David comprendió que aquella hermosa flor era un regalo de Dios, para que el niño David se la regalara al niño Jesus. Contento fue y deposito aquella flor juntos con los demás regalos, pero manteniendo el secreto que había nacido de sus lágrimas.
El resto de personas, al ver aquella planta tan bella, decidieron llevar una idéntica cada año. Ese gesto, poco a poco, se convirtió en una bonita tradición y hoy en todos los hogares, una bella flor de noche buena deslumbra a todos con sus inmensas hojas rojas.

«Sé tú mismo. Los demás puestos están ocupados.»
— Oscar Wilde.
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